He analizado su
pensamiento en numerosos escritos e intervenciones desde hace décadas.
Entonces, dedicaré la mayor parte de mis palabras a un aspecto de la
concepción teórica del Che que está muy desarrollado en
Apuntes críticos a la Economía Política, pero también está siempre presente en
Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965).
No
es posible valorar ni sacarle mucho provecho a un pensamiento
específico sin conocer en alguna medida sus presupuestos ―tanto en lo
concerniente al mundo en que se elaboró como a la persona que lo hizo— y
el lugar que ocupó ese pensamiento respecto a las situaciones y los
problemas fundamentales de su época. Enumero cuatro aspectos del momento
histórico al que pertenecen estos dos libros: el triunfo del socialismo
cubano; el tiempo en que ese socialismo fue retado por el estado del
pensamiento existente en un país capitalista neocolonizado en el cual
comenzaba una Revolución muy profunda; las necesidades, el desarrollo y
los conflictos propios de esa Revolución en el poder durante su primera
etapa (la que va de 1959 a inicios de los años 70); y el conjunto de sus
condicionamientos internacionales.
Por otra parte, Che invita a
no olvidar nunca la situación concreta de la cual ha partido Cuba en su
transición socialista. No somos ilusos, advierte, estamos tratando de
edificar efectivamente el socialismo “saliendo de una etapa
semicolonial… de todos los vicios, de todas las taras que nos dejó el
capitalismo, con la misma gente, con todos nosotros con mentalidad
capitalista, hace unos años pensando siempre cuánto íbamos a ganar”. La
debilidad que padece Cuba no debe atribuirse a la utilización de un
sistema financiero determinado: “son debilidades de una economía que ha
cambiado su composición, su característica”.
El Che insiste,
incansable, en desbaratar la imputación que se hace a sus ideas de
mantener un desprecio “idealista” por el interés material, un simplismo
que busca devaluarlas y rehuir la discusión. Nadie en sus cabales
desconoce la fuerza y el arraigo del interés material, instalado a lo
largo de la historia de las sociedades de dominación y multiplicado y
refuncionalizado por el capitalismo. La elección está entre utilizarlo
llana y acríticamente ―aunque se lamente que sea nocivo—, o utilizarlo
como un mal necesario, sin depender de él. Ser creativo desde la
situación concreta e inevitable, y organizar un proceso de erradicación
paulatina de los comportamientos económicos egoístas e individualistas.
Ir forjando otro mundo de actuaciones y valores, que pueda reunir
diferentes estímulos, implantar la norma que en nombre del deber social
reconoce o reprocha, al mismo tiempo que retribuye o no a partir del
grado de cumplimiento, o el estímulo a la capacitación dado por su
conversión en requisito para pasar a un nivel superior. Instrumentos
como los citados, dice el Che, persiguen la toma de conciencia de tipo
mecánico en el individuo; hay que perseguir, a la vez, la toma de
conciencia de tipo dinámico, una de cuyas formas fundamentales es el
trabajo voluntario.
La creación de otra realidad desde la
existente, sin lo cual no hay revolución socialista, tiene que incluir
el espíritu crítico, fomentar la independencia de los criterios y la
capacidad de pensar y valorar con cabeza propia, y aprender a distinguir
los caminos, sus implicaciones y sus resultados. Es impresionante la
vitalidad y la hondura alcanzados por aquel análisis teórico que
permitía, en medio de la tormenta de la Revolución, señalar los graves
peligros de copiar mecánicamente y no ver las deficiencias del
socialismo existente, y salirle al paso a la resignación a lo que
existe, la rutina y el seguidismo. El Che aprendió ―al mismo tiempo— a
reflexionar sobre la circunstancia en curso, la actuación inmediata, los
métodos y los fines mediatos, y a teorizar acerca de los asuntos
fundamentales.
En textos no públicos, el Che expuso más
libremente sus juicios. Consideraba que la URSS había comprometido de
manera fatal el futuro de su transición socialista cuando convirtió en
permanente la Nueva Política Económica que el país se había visto
obligada a adoptar en medio de una crisis interna terrible, poco después
del final de la Guerra Civil. Esa conclusión la extrajo de sus
profundos estudios del proceso de los primeros años del poder soviético y
el pensamiento de Lenin y otros bolcheviques. En los meses que
siguieron a la retirada del
Congo
―el tiempo en que permaneció en Tanzania y Praga— escribió mucho,
ordenó y expuso ideas y organizó numerosos textos. Un trabajo
fundamental de ese periodo son estos
Apuntes críticos a la economía política. Más de doscientos comentarios del Che a la más reciente edición del
Manual de Economía Política,
texto docente oficial soviético, constituyen el núcleo central del
libro, que reúne también un gran número de textos del Che, casi todos
procedentes de sus cuadernos de notas, su correspondencia y la
transcripción de grabaciones. La gran mayoría permanecía inédita.
El
Che ―que admiraba a Lenin tanto como el que más— entró resueltamente a
analizar los hechos y las posiciones dentro de la Revolución y la
Rusia
bolchevique, en busca de las experiencias y el conocimiento. Lo cierto,
escribe, es que en 1921-1922 el país fue pasando “a las relaciones de
producción que configuran lo que Lenin llamaba capitalismo de estado,
pero que en realidad también puede llamarse capitalismo premonopolista
en cuanto al ordenamiento de las relaciones económicas.” Con la muerte
de Lenin, dice, “se pierde el riquísimo acervo de su pensamiento
revolucionario y queda el reflejo de su postrer impulso por el camino de
la retirada”.
La confrontación principal que existe en el mundo
no es en modo alguno la que repiten las declaraciones y los organismos
de la URSS y el movimiento comunista, con sus supuestas tres fuerzas
revolucionarias: primera, el llamado sistema socialista mundial;
segunda, el proletariado de los países capitalistas desarrollados; y
tercera, las luchas por la independencia y la democracia nacional en el
Tercer Mundo. En realidad, dice el Che, el imperialismo no agoniza: “ni
siquiera ha aprovechado al máximo sus posibilidades en el momento actual
y tiene una gran vitalidad (…) La tendencia es a invertir capitales
propios en el aprovechamiento de las materias primas o en la industria
ligera de los países dependientes.” La aguda competencia en su seno
“provoca una incesante marea de innovaciones técnicas…”
De la
unión entre los proletarios a escala mundial proclamada por las
declaraciones, dice: “Falso de toda falsedad. No hay punto de contacto
entre las masas proletarias de los países imperialistas y los
dependientes; todo contribuye a separarlos y crear antagonismos entre
ellos (…) el oportunismo ha ganado una inmensa capa de la clase obrera
de los países imperialistas.” Sobre las revoluciones: “También es falso
que el proletariado (…) sea el que cumpla el papel dirigente en la lucha
de liberación en la mayoría de los países semicoloniales”. Ya no se
puede admitir la idea de que la burguesía nacional sea un factor
progresivo en las luchas revolucionarias: “La lucha contra la burguesía
es condición indispensable de la lucha de liberación, si se quiere
arribar a un final irreversiblemente exitoso”.
Al salir del Congo
y verse obligado a esperar, Che se entrega a una tarea que constituye
el inicio de una nueva fase de su obra. Siente la necesidad de llegar a
conclusiones sobre el socialismo realmente existente, asunto crucial
para todos en el mundo, y también de ofrecer una alternativa desde las
ideas de los revolucionarios marxistas de los países que han sufrido o
sufren el colonialismo y el neocolonialismo, que ahora quieren pelear
por la liberación total de las naciones y de las personas, y por el
avance de la revolución mundial. “Es un grito dado desde el
subdesarrollo”, escribe en “La Necesidad de este libro”, breve
introducción para los
Apuntes que contiene planteamientos
trascendentales. Se refiere en ella a la obra monumental que dio origen
al marxismo, las nuevas situaciones de la época imperialista, los
aportes extraordinarios de Lenin y la detención ulterior del desarrollo
de la teoría marxista. Enseguida expone las razones por las cuales hace
la crítica de la Economía Política:
Creemos
importante la tarea porque la investigación marxista en el campo de la
economía está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo
intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo
inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere solo a un campo
determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de
los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas,
pero cuyos resultados finales son incalculables (…) Nuestra tesis es que
los cambios producidos a raíz de la NEP
han calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo
toda esta etapa. Y sus resultados son desalentadores: la
superestructura capitalista fue influenciando cada vez en forma más
marcada las relaciones de producción, y los conflictos provocados por la
hibridación que significó la NEP se están resolviendo hoy a favor de la
superestructura. Se está regresando al capitalismo.
Che
espera serenamente el repudio a su posición y la acusación de
anticomunismo y oportunismo, el rechazo de los que se sentirán heridos
en su cariño y su lealtad, y también el sobresalto sincero de otros
“ante este cúmulo de razones nuevas y diferentes”. Pero confía en que
muchos podrán sentirse atraídos por este “intento de retomar la buena
senda”. A ellos se dirige el libro, “y también a la multitud de
estudiantes cubanos que tienen que pasar por el doloroso proceso de
aprender ‘verdades eternas’ en las publicaciones que vienen, sobre todo,
de la URSS, y observar cómo nuestra actitud y los repetidos
planteamientos de nuestros dirigentes se dan de patadas con lo que leen
en los textos”.
Un largo camino había recorrido Ernesto Guevara
en una década. La Revolución había sido su maestra. En la guerra y desde
el poder revolucionario se desarrolló su estatura como combatiente,
dirigente y pensador, y ahora él ―como reclamara Lenin 60 años antes—
debía, en justo pago, enseñarle algo a la Revolución. Y lo logró. La
aventura socialista de un pequeño país aislado producía un pensamiento
capaz de continuar el trabajo excepcional mediante el cual
Carlos Marx
había encontrado ideas capaces de subvertir el control de las ideas de
la sociedad por la clase dominante. Che escribió: “nosotros aportamos
nuestro modesto granito de arena”. Y a los compañeros cercanos más
estudiosos les pidió componer un “manual” cubano. Pensó seguramente que
los que compartían su posición continuarían la campaña de difusión de
las actitudes y las ideas más revolucionarias, que con tanto ardor y
sistematicidad él llevó a cabo en su última etapa en Cuba.
El
acierto y el alcance de los planteamientos del Che acerca de la esencia y
el destino del socialismo realmente existente solo se comprobaron 25
años después. Pero cuando hacia el final del siglo pareció que todo lo
logrado por la humanidad se perdería, incluso la esperanza, el Che
regresó. Celebramos ese regreso, que evidencia la resistencia de los
pueblos y el valor permanente de las ideas y del ejemplo. Sin embargo,
el pensamiento del Che siguió encontrando escollos y ha tenido que ir
ganando espacios paulatinamente. Uno de esos avances es esta labor de
establecimiento, organización y edición tan tenaz y tan importante, que
va entregando uno tras otros textos suyos, palabras que son luces y
armas para el entendimiento y para la acción, tan necesarios frente a
los desafíos actuales.
Palabras en la presentación de los libros de Ernesto Che Guevara Apuntes críticos a la Economía Política y Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965),
de la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro,
durante la 22 Feria Internacional de Libro de La Habana, en La Cabaña,
18 de febrero de 2013. La compilación y selección de ambas obras ―que
aparecieron por primera vez en 2006 y 2009 respectivamente— estuvo a
cargo de la Dra. María del Carmen Ariet García, del Centro de Estudios
Che Guevara.
1- Desde este párrafo hasta el
final, el texto es una versión muy condensada y revisada del acápite 9
del capítulo II de mi libro Las ideas y la batalla del Che, Editorial
Ciencias Sociales / Ruth Casa Editorial, La Habana, 2010. Las
referencias de todas las citas del Che que hago pueden encontrarse allí.
Una segunda edición de esa obra acaba de aparecer. Las tres
revoluciones cubanas sucedidas entre 1868 y 1935 habían exigido
complejizaciones de la hegemonía de la dominación que permitieran su
reformulación eficaz en cada etapa posrevolucionaria. Una consecuencia
importante fue la incongruencia entre la estructura económico-social y
las dimensiones política e ideológica, que llegó a ser muy fuerte
durante la segunda república burguesa neocolonial (1936-1958). Se
estableció un delicado equilibrio dirigido a que nunca más hubiera una
Revolución en Cuba,
pero conllevaba el riesgo de que si esta sucediera, se vería obligada a
ser muy radical. Por ejemplo, el democratismo era más influyente que el
liberalismo. Estaba muy extendida la creencia en que grandes jornadas
cívicas y la adopción de nuevas leyes podrían satisfacer las necesidades
de cambios de la sociedad. La palabra
revolución era muy
utilizada, pero las organizaciones políticas ―incluida la declaradamente
socialista— no se proponían utilizar esa vía para abatir el dominio del
imperialismo y el capitalismo nacional. El movimiento revolucionario
insurreccional dirigido por
Fidel
tuvo que abocarse en la práctica a la victoria para que el socialismo
perteneciente al movimiento comunista internacional admitiera esa
posibilidad.
La Revolución socialista de liberación nacional que
triunfó en 1959 tuvo ese carácter por la praxis organizada y conciente
que lo conquistó, no a consecuencia de características de la estructura
económica y social del país. Ese segundo choque con los principios de la
teoría-ideología del socialismo guiado por la Unión Soviética y el
movimiento comunista de su campo ―la corriente mayor y más influyente
del socialismo en el mundo—, pronto fue seguido por otros. Se fue
haciendo obvio que, además de ser un evento trascendental por su inmenso
alcance y por haber sido inconcebible, que conquistó la liberación
nacional y social del país, estableció un poder popular fortísimo y
enfrentó con éxito las agresiones de
EE.UU., la Revolución cubana constituía una herejía dentro del campo de las experiencias y las ideas socialistas.
Para
comprender estos eventos y sus consecuencias es preciso reconocer la
existencia de dos formas de socialismo en Cuba, que se iniciaron desde
la tercera década del siglo XX y han tenido una historia de
contradicciones y conflictos, y también de coexistencias y
colaboraciones. Esas dos formas son el socialismo proveniente del
movimiento comunista internacional y el socialismo cubano.
Fidel
consumó su liderazgo completo en las jornadas de la fase inicial de la
Revolución en el poder, y desde entonces ha sido siempre el máximo guía
político e ideológico del proceso. El Che se mantuvo siempre junto con
Fidel y siguiendo su liderazgo, y compartió con él la colosal aventura
de la Revolución. En el transcurso de aquellos años, Fidel debió asumir
sobre todo las funciones de dirigente máximo y de educador popular, y el
Che, que desempeñó un cúmulo de responsabilidades prácticas en
numerosos terrenos, elaboró al mismo tiempo en aquellos años una obra
teórica que es el más importante monumento intelectual de la Revolución
en su primera etapa, obra que por su alcance ha resultado muy
trascendente para la estrategia y el proyecto cubano, hasta el día de
hoy y en el futuro que alcanzo a pensar.
El aspecto del
pensamiento del Che al que voy a referir es el de su crítica al
socialismo que llamaban “realmente existente”, crítica que evolucionó y
se hizo cada vez más dura y fundamentada. Al hacerla, el Che procedió
con arreglo a su responsabilidad militante y de dirigente cubano.
Las
experiencias procedentes de las nuevas relaciones económicas con socios
tan lejanos en muchos sentidos tenían que contener insatisfacciones,
incomprensiones y prejuicios, pero también críticas provenientes de la
diferencia de posiciones respecto a las cuestiones económicas y el
socialismo. En octubre de 1963, al planear un seminario para los cuadros
del Ministerio de Industrias, Che orienta relacionar y comparar los
sistemas de dirección. Comenta que hay que estudiar las relaciones entre
el sistema de dirección y los problemas económicos y las concepciones
de los países socialistas. Encerrarse en una “falsa concepción de la ley
del valor”, dice, les hizo perder contacto con el mundo exterior. La
productividad mundial dejó atrás a los otros países socialistas que, a
diferencia de la
URSS, dependían del comercio exterior.
1
Se
produce una lucha continua entre los aparatos centrales y las empresas,
dice el Che, porque estas buscan tener metas menores para sobrecumplir
fácilmente o no arriesgarse a incumplimientos; su éxito consiste en
obtener mayores premios. “Se está estableciendo entre el aparato central
y la Empresa una contradicción que no es socialista, una contradicción
que atenta contra el desarrollo de la conciencia”. Los dirigentes de
empresas socialistas se van convirtiendo así en expertos en engañar al
Estado, deformándose como individuos, y ante el obrero la imagen del
buen dirigente es la del que “sabe” organizar para “sobrecumplir”
siempre.
En julio de 1964, mientras culmina el debate económico
público, Che ofrece una visión de conjunto del problema a sus compañeros
de Industrias. En la URSS se prepara la reforma económica, en medio de
discusiones que condujeron a la destitución, en octubre, de Nikita
Jruschov; en los países europeos de su campo se habla mucho también de
la reforma. Toma un ejemplo reciente que ha estudiado, los análisis del
14º Congreso del partido polaco acerca de graves deficiencias de la
economía y cómo enfrentarlas. La utilización del cálculo económico en un
país que ya antes había descolectivizado su agricultura no logra evitar
males de todo tipo, incluidos algunos que parecerían propios de un
modelo muy autoritario, pero “la solución que se le piensa dar a estos
problemas en Polonia es el libre fuero de la Ley del Valor, es decir, la
vuelta al capitalismo (…) el cálculo económico, cuando llega, como debe
llegar, a un callejón sin salida, conduce por la lógica de los hechos a
tratar de resolverlo por el mismo sistema, aumentar el estímulo
material, la dedicación de la gente específicamente a su interés
material y por ahí al libre fuero de la Ley del Valor. Y por ahí al
surgimiento en cierta manera de categorías estrictamente capitalistas
(…) Polonia lo está probando y creo que también van a probarlo otros
países socialistas”.
Che reclama que se eviten excesos en la
crítica, y que no se subestimen la capacidad técnica, el empeño y la
voluntad de acertar de numerosos involucrados en los países del
socialismo europeo. Pero denuncia de manera categórica la apelación a
tomar “como arma para luchar contra el capitalismo, las armas del
capitalismo”. Las motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la
lucha del hombre contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la
anarquía de la producción” no podrán ser despertadas y utilizadas
eficazmente para servir a una sociedad basada en el poder socialista.
Esta exige control riguroso y conciente, “la colaboración entre todos
los participantes como miembros de una gran empresa (el conjunto de la
economía), en vez de ser lobitos entre sí dentro de la construcción del
socialismo”.
Opina que en vez de ir al fondo de los problemas, la
práctica y el pensamiento de estos socialistas se dejan llevar a la
seguridad aparente de acudir a lo ya probado. Las reformas pueden
relucir como “descubrimientos” que remediarían la falta de motivaciones
suficientes en los actores económicos y lograrían la subordinación de la
producción para el consumo a las demandas de sus consumidores,
relacionar la rentabilidad con la venta del producto, etcétera. Esos
experimentos y ensayos de política económica son, sin embargo, remedos
de lo que el capitalismo hace eficazmente, porque lo universaliza y
porque corresponde a las relaciones fundamentales de su sistema. Existe
una lógica que caracteriza a cada sociedad: si la olvidamos, pagaremos
un precio muy caro.
Fuente:
http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/02/28/el-che-y-la-critica-desde-el-socialismo-cubano/