Apenas seis años habían transcurrido del triunfo revolucionario en
Cuba, sin embargo los enunciados del primer párrafo con que inicia el
Che su último discurso oficial en Argel, como representante del gobierno
cubano, sintetizan el salto cualitativo emprendido por la revolución en
su decisión de construir el socialismo y la esencia de tesis
sustanciales que forman parte del pensamiento y la acción del Che y que
obligan, pasado 45 años de esos pronunciamientos, a un examen valorativo
acerca de definiciones, muchas de ellas polémicas para su época y su
contexto histórico, y otras de singular trascendencia en los tiempos
actuales, sobre todo por la persistencia y solidez de los pronósticos.
Cuánto de optimismo, de advertencia, de visión o de utopía se
encierran en dos elementos claves que definieron siempre su tránsito por
la lucha revolucionaria: la unidad y la marcha hacia un futuro común
tamizada por la derrota del imperialismo.
La visión actual para alcanzar una correcta dimensión del profundo
contenido de esas tesis, nos conduce a valorar la capacidad que tuvo
para penetrar en la esencia de los problemas de su tiempo --sobre todo
aquellos de importancia capital para los pueblos subdesarrollados--, al
delimitar la posición de a quienes les correspondía comprometerse con
acciones solidarias y en la voluntad política para hacerlo, olvidándose
de que “no puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un
cambio que provoque una nueva actitud frente a la humanidad” (3), sin
excluir, lógicamente, la actitud que debían asumir los países pobres en
aras de alcanzar su verdadera emancipación.
A pesar de los inconvenientes e incomprensiones que encontraba en
algunas tendencias y posiciones, cuánto de necesidad y de disyuntiva
significaban en la lucha hacia el futuro. Esto último reviste una verdad
irrefutable, porque su capacidad analítica le confiere a su teoría un
valor inestimable, al concebir la política desde la revolución misma
para la obtención del poder político y en el que se evidencia el
carácter activo de la política y su interrelación con la ética, la
economía y la educación. De igual forma, ello no quiere decir que haya
que caer en la repetición banal de sus posiciones, equivocando
predicciones generales y praxis políticas coyunturales, con entramados
surgidos precisamente por no haberse vislumbrado el sentido real de la
unidad y la lucha para con lo más empobrecido del mundo.
El advenimiento del Neoliberalismo y el verdadero rostro de la
globalización no necesitaban de un hechicero para augurar los resortes
de los poderes hegemónicos, cuando desde la segunda mitad del siglo XX
se vislumbraba el agravamiento de las desigualdades de todo tipo a
través de los mecanismos que paulatinamente fueron imponiéndose con
espacios socioeconómicos de reparto, en todo el planeta.
Lo importante del accionar del Che es que desde la multiplicidad de
su pensamiento se definen, entre sus tesis más significativas, el
análisis crítico acerca del papel del imperialismo y sus alianzas
políticas, la forma directa y personal que asumió para involucrarse en
la estrategia revolucionaria a escala internacional y la comprensión de
entender los resortes del imperialismo y la revolución como un par
contrapuesto, donde el uno intrínsecamente representa un fenómeno
histórico contradictorio y, el otro, a los seres humanos luchando por
cambiar el mundo y por eliminar las desigualdades, como zonas que hacen
converger --para aquellos y estos tiempos--, a los oprimidos y
explotados en lucha frontal contra los poderes omnímodos.
Esas tesis y posiciones definidas en el discurso de Argel señalan
la urgencia de luchar por alcanzarlas, sobre todo cuando se sabe que
fueron el preludio de un camino definitorio, el internacionalismo,
primero en el Congo y después en Bolivia, como cierre de un ciclo que en
el Che devino perdurable.
Ese esfuerzo previo, se materializó en trasladar a ideas la esencia
de una historia común que identifica a los países colonizados de Asia y
África en su lucha por la independencia o los que la habían adquirido,
pero enfatizando en el riesgo que correrían de convertirse en
neocolonias si se repitiera el ciclo de la penetración norteamericana
como hicieron en Latinoamérica. Esos enunciados van más allá de una
simple caracterización, al centrarlos dentro del conjunto de los países
que conformaban las regiones más atrasadas y empobrecidas:
- Identificación
de la lucha, no solo en la obtención de la independencia formal, donde
su eje preponderante debía enfocarse en contra de la pobreza y el atraso
como la verdadera contradicción a solucionar, sino esencialmente en la
necesidad de generar espacios escalonados que contribuyeran al
debilitamiento del imperialismo hasta vislumbrar la posibilidad del
triunfo, con la certeza de que “cada vez que un país se desgaja del
árbol imperialista, se está ganando no solamente una batalla , sino
contribuyendo a su real debilitamiento, y dando un paso hacia la
victoria definitiva”.(4)
- La
defensa de la obtención de la soberanía nacional en etapas de un camino
común como única opción para alcanzar una nueva sociedad más justa y
desarrollada. Ese proceso es esencial pero en extremo complejo asumirlo,
porque conlleva no solo el paso inicial de la soberanía política sino
básicamente la adquisición de la soberanía económica como la gran
batalla para eliminar la explotación.
- La
unidad entre los países subdesarrollados como una alianza capaz de
conducirlos por una verdadera transición socialista, con independencia
de los problemas que se advertían en el modelo soviético imperante que
frenaban, no solo en lo interno el desarrollo del socialismo sino que en
lo externo impedían el tránsito hacia la verdadera abolición de la
explotación, al convertirse, con sus políticas pacifistas y el
intercambio desigual con los países dependientes, en cómplices de los
mecanismos de dominación capitalistas.
- Advertencia,
en términos de declive temporal, de las crisis del sistema y la pérdida
relativa del dominio imperialista si se disminuye su capacidad de
respuesta ante un enfrentamiento a escala universal, como táctica y
estrategia de lucha a gran escala. Ha sido y es una constante del
sistema ajustarse cíclicamente a determinados cambios por su potencial
volumen de poder, sin embargo, la realidad es que esos ciclos abren cada
vez más las brechas entre ricos y pobres por su carácter extorsionador,
de ahí su importancia para frenar las posibles alianzas de la cadena
imperialista y los mecanismos que ejerce para afianzar su poderío
universal.
- El
proyecto revolucionario definido por el Che, además de sostener la
importancia de la lucha y sus posibles dimensiones, centraba su objetivo
en la posibilidad de una alternativa socialista como la única válida
para alcanzar la emancipación por medio de la unidad de los oprimidos,
el desarrollo de una conciencia antiimperialista y una participación
global que permita vislumbrar las potencialidades del proyecto.
Como es de suponer, 45 años atrás el discurso no fue del agrado de
los sistemas predominantes en el mundo. Muchas voces desde el socialismo
lo consideraron una deslealtad al ser emplazados como cómplices de la
explotación del poder hegemónico al minimizar el carácter revolucionario
de la unión y el establecimiento de relaciones internacionales en pie
de igualdad.
Este clamor del Che no obedecía a ideas festinadas alejadas de su
real comportamiento, sino que se basaban en el conocimiento y estudio de
lo que estaba ocurriendo con el modelo socialista existente y el
advenimiento de un futuro desmembramiento, como consecuencia de una
catástrofe política y cultural en crisis derivada de la autocracia y de
la falsa competencia generada por su empeño en alcanzar una equidad con
el sistema capitalista, descuidando el papel central de la formación del
hombre y el desarrollo de su conciencia.
El fin del siglo XX trajo un cambio del mundo marcado por una
sucesión de acontecimientos que mucho tuvieron que ver con lo acontecido
en las décadas de los sesenta y setenta, y aunque no se trata de
realizar un inventario de débitos y haberes, sin dudas las advertencias y
augurios del Che conservan su sentido de actualidad, no solo por lo que
se perdió sino por lo por venir, al eliminarse muchas veces de manera
violenta los posibles instrumentos de oposición para enfrentar el poder
imperial.
La faz actual del mundo, marcada por el fenómeno de la
globalización y el fin de conquistas alcanzadas a partir de las luchas
reivindicativas logradas en años y del socialismo como sistema, más allá
de sus limitaciones y debilidades, han propiciado un entramado complejo
y adverso como consecuencia de conflictos en lo económico y en lo
político, con una preeminencia del primero, además del agravamiento de
las desigualdades de todo tipo.
La trama urdida por el poder omnímodo del capitalismo actual está
determinada por la universalización de un solo mecanismo distributivo y
de poder de los mercados financieros que generan desigualdades
abismales, operan en contra de una socialización del poder y propician
aun más un viraje político antidemocrático, con una ideología
intervencionista bajo una aparente desideologización y que tiene su
origen “desde que los capitalistas monopolistas se apoderaron del mundo [y]
han mantenido en la pobreza a la mayoría de la humanidad repartiéndose
las ganancias entre el grupo de países más fuertes”.(5)
En términos particulares, los Estados Unidos se convierten en el
gendarme mundial al erigirse en el poder hegemónico central, sobre todo
después de septiembre de 2001 y su propia guerra contra el terrorismo,
que cubre el mundo entero y le da derecho a intervenir con total
prepotencia e impunidad donde consideren.
Si se compara lo analizado en años precedentes por el Che, se
percibe un mayor y desigual reparto de los recursos naturales, lo que
se suma al valor geoestratégico que adquieren determinadas regiones como
consecuencia del daño indiscriminado al medio ambiente, amén de los
conflictos cada vez más peligrosos, “peligros que no son inventados ni
previstos para un lejano futuro por alguna mente superior, son el
resultado palpable de realidades que nos azotan”(6). Se incluye, bajo
modalidades más abusivas, la existencia de un comercio internacional
cuyo peso fundamental descansa en las multinacionales y el límite
extremo impuesto a la división internacional del trabajo, tornándose
para los países productores de materias primas su situación más
angustiante al evolucionar desfavorablemente los términos de
intercambios.(7)
Tales resultados hacen que en el Sur la brecha entre ricos y pobres
se agudice y las desventajas se acumulen, provocando, entre otros
problemas, un decrecimiento del mercado laboral, con desenfreno del
predominio de zonas francas industriales, sobre todo de manufacturas al
margen de la ley y con las formas más brutales de explotación. Se suma
una deuda externa incontrolable como consecuencia, además, del impacto
de sucesivos ajustes monetarios de los Estados Unidos, que han obligado a
los países subdesarrollados a absorberla y a pagar los costos
económicos y sociales de los colapsos del sistema, con la sucesión de
conflictos de baja intensidad dentro del tablero de juego de los
poderosos, mediante el empleo de la violencia y la anuencia de la ONU.
Se manifiesta una fuerza bruta, como afirmara el Che, “sin
consideraciones ni tapujos de ninguna especie, es su arma extrema”(8).
En el caso particular de África, se observa una crisis total, desgarrada
por una violencia desmesurada, escasez de inversiones extranjeras,
políticas nacionales inadecuadas marcadas por la corrupción, crisis de
la deuda externa y aumento de las importaciones, entre otros factores.
Si se mira hacia América Latina, la existencia de tensiones
permanentes resulta una constante derivada del agravamiento de las
desigualdades y la pobreza, el resurgimiento de la inseguridad, la
delincuencia, la pérdida de la solidaridad regional y como respuesta el
resurgimiento de las luchas sociales y la recomposición de alternativas
que abogan por cambios ineludibles. En contraposición, sobresale la
respuesta de los Estados Unidos en la que se aumentan los presupuestos
militares hacia la región al invocar una supuesta lucha contra el
narcotráfico y el derecho de injerencia con modalidades tan tenebrosas,
como el uso del terrorismo de Estado con el empleo de los paramilitares.
Este breve recorrido nos pone frente a disyuntivas que
necesariamente habría que asumir, pues de lo contrario se acabaría
atrapado por mecanismos atroces como los implementados en épocas
precedentes y que condicionaron, en buena medida, lo que sucede en la
actualidad. Para ello valdría la pena intentar responder a algunas de
las preguntas formuladas por el Che:
¿Es posible que los países dependientes puedan alcanzar una
alternativa socialista para su desarrollo? ¿Bajo qué condicionamientos
debe plantearse una transición socialista teniendo en cuenta las
insuficiencias naturales y regionales como la verdadera opción para
eliminar la explotación y la injusticia? ¿El carácter internacionalizado
de la economía actual permitiría un desafío anticapitalista? ¿Es
posible construir el socialismo bajo nuestra diversidad social y con una
fuerte iniciativa popular?
Una vez más desde sus alternativas más directas, pronunciadas hace ya 45
años, el Che nos proporciona la posibilidad de reconstruir el futuro:
la necesidad de convencerse de la vialidad del proyecto socialista como
expresión de la unidad entre los oprimidos y de la lucha en conjunto por
alcanzar el modelo alternativo socialista, conformado sobre la base de
la plena emancipación del ser humano y la radicalización de la
conciencia popular, sin las cuales no se podría alcanzar.
Por otra parte, convencerse de la certeza del proyecto para poder
combatir renovadas normas de dominación que tienen como propósito
conceptualizarlas como una era de avance poscapitalista que pone fin a
la utopía revolucionaria. Es imprescindible agudizar la capacidad de
respuestas y no dejarse seducir por aparenciales soluciones que, al
final, tienen como objetivo preservar las bases de la estructura de la
dominación capitalista. Ahí está, como señal indeleble, la aparente y
absurda solución generada en Honduras después del golpe militar de junio
de 2009, cuando muchos apostaban que a estas alturas no podía suceder
en América Latina, y sin embargo se ha diluido dentro de una modalidad
de dictadura con fuerte protagonismo militar.
Se hace cada vez más necesario ampliar y radicalizar las bases de los
movimientos sociales y las fuerzas revolucionarias para no caer en la
trampa del reformismo de “nuevo tipo” o la tercera vía, que tan nefastas
consecuencias pudieran acarrear a nuestras débiles economías, ni
tampoco retomar soluciones obsoletas con mecanismos implantados y
sectarios que frenen el poder libertario de un cambio verdaderamente
socialista.
Este requerimiento tiene que ser válido para un proyecto revolucionario
global que apueste por la plena liberación del hombre en toda su
extensión, mediante la construcción de un bloque socialista alternativo
que promueva la emancipación individual y anticapitalista y que
conduzca, como expresara el Che en Argelia, “a la creación de una
sociedad nueva, rica y justa a la vez”.(9)
1) Guevara, Ernesto Che: Discurso pronunciado en Argelia el 24 de febrero de 1965 en el Seminario Afroasiático, Che presente, Ocean Press, Australia, 2005.
2) Ibídem, p. 356.
3) Ibídem, p. 357
4) Ibídem, p. 357.
5) Ibídem, p. 356.
6) Ibídem, p. 361.
7) Para ampliar y profundizar en esas ideas expuestas por el Che,
consultar los discursos pronunciados en Ginebra en marzo de 1964 y en
Naciones Unidas en diciembre de ese mismo año. Aparecen en la edición
citada.
8) Ibídem, p. 361.
9) Ibidem, p. 20.